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ÉTICA Y PERFIL DEL MAESTRO


BIENVENIDOS AL SABER
ACUERDOS DE PAZ Y CONVIVIVENCIA
Respeto por el otro, compromiso y responsabilidad, capacidad de escucha, actitud y disposición, disciplina y orden, cumplir con el tiempo estipulado, evitar distracciones, puntualidad y disponibilidad, sentido de pertenencia y la buena presentación.

LISTADO PARA LAS MEMORIAS ÉTICAS DEL MAESTRO
 

PERFIL DEL MAESTRO EN FORMACIÓN

ü  Reconoce y valora la integralidad del ser humano y su posibilidad de formarse permanentemente.

ü  Sabe tomar decisiones y media en situaciones conflictivas de su ámbito escolar buscando alternativas de solución.

ü  Utiliza el tiempo libre de una manera creativa y promover en su comunidad educativa estilos de vida saludable.

ü  Diseña y desarrolla propuestas curriculares para el nivel de educación preescolar y básica primaria.

ü  Domina y emplea las tecnologías de la informática y la comunicación.

ü  Demuestra autonomía académica siendo un investigador permanente sobre los saberes que enseña.

ü  Dinamiza los procesos evaluativos de los saberes que enseña.

ü  Realiza el trabajo en forma colaborativa y motiva a otros a hacerlo.

ü  Aplica habilidades comunicativas en sus relaciones interpersonales y su hacer profesional.

ü  Innova en sus prácticas pedagógicas y didácticas procurando seleccionar las metodologías que mejor resultado le den.

ü  Utiliza demostraciones científicas de los saberes que enseña.

ü  Proyecta acciones educativas que sean acordes a la comunidad en que se desempeñan.
ü  Involucra en el proceso escolar a todos los miembros de la comunidad educativa.

ü  Establece vínculos sociales que fomenten ambientes de aprendizaje agradables.

ü  Valora el medio ambiente y realiza acciones para su conservación y equilibrio.


ENCUENTRO N°1. QUÉ ES LA ÉTICA
Para que puedan ver mejor el mapa mental  goo.gl/Wwxh9m 

 
 ORIGEN 

El sentido más antiguo de la ética (de origen griego) residía en el concepto de la morada o lugar donde se habita; luego referido al hombre o pueblos se aplicó en el sentido de su país, tomando especial prestigio la definición utilizada por Heidegger: "es el pensar que afirma la morada del hombre", es decir su referencia original, construida al interior de la íntima complicidad del alma. En otras palabras ya no se trataba de un lugar exterior, sino del lugar que el hombre porta a sí mismo. "El ethos es el suelo firme, el fundamento de la praxis, la raíz de la que brotan todos los actos humanos.
El vocablo ethos sin embargo, tiene un sentido mucho más amplio que el que se da a la palabra ética. Lo ético comprende la disposición del hombre en la vida, su carácter, costumbre y moral. Podríamos traducirla "el modo o forma de vida" en el sentido profundo de su significado. 
Ethos significa carácter, pero no en el sentido de talante sino en el sentido "del modo adquirido por hábito". Ethos deriva de éthos lo que significa que el carácter se logra mediante el hábito y no por naturaleza. Dichos hábitos nacen "por repetición de actos iguales" , en otras palabras, los hábitos son el principio intrínseco de los actos. 
En el ámbito conceptual de la ética, tenemos un círculo correlacionado entre ethos - hábitos - actos. En efecto si ethos es el carácter adquirido por hábito, y hábito, nace por repetición de los actos iguales, ethos es a través del hábito "fuente de los actos" ya que será el carácter, obtenido (o que llegamos a poseer -héxis) por la repetición de actos iguales convertidos de hábito, aquel que acuñamos en el alma.El hombre a través de su vida va realizando actos. La repetición de los actos genera "actos y hábitos" y determinan además las "actitudes". El hombre de este modo, viviendo se va haciendo a sí mismo. El carácter como personalidad es obra del hombre, es su tarea moral, es el cómo "resultará" su carácter moral para toda su vida...
Podemos aproximarnos a la conceptualización de la palabra "moral" (origen del latín) como la adquisición de "Modo de Ser logrado por apropiación", o por niveles de apropiación, donde se encuentran los sentimientos, las costumbres y el carácter. El carácter o personalidad moral, como resultado de actos que uno a uno el hombre ha elegido, es lo que el hombre ha hecho por sí mismo o por los demás. "El hombre en este contexto se hace y a la vez es hecho por los demás, tanto positiva como negativamente". 
La Ética (repito: de origen griego) como muy bien dice Vidal, es la "realidad y el saber que se relaciona con el comportamiento responsable donde entra en juego el concepto del bien o del mal del hombre". La ética florece a partir de nuestros valores que nos dictan sí algo esta bien o mal (correcto o incorrecto) en un acto humano. Mayor relevancia adquiere cuando el acto afecta a un tercero.
La Moral (de origen Latín) significa lo mismo que ética ya que traduce el significado de éthos (costumbre) y ethos (carácter/talante), dejando atrás su primera aproximación en que el término éthos solo se refería a "costumbre". 
Normalmente la ética se emplea respecto a aproximaciones de tipo filosóficas y de tipo racional como tal. El término moral por su parte, se utiliza más en consideraciones de tipo religioso. Frente a la justificación de las normas de comportamiento utilizamos ética como concepto. Moral en cambio, es referido a "códigos concretos de comportamiento".

COMPROMISO ÉTICO DEL MAESTRO

1. Resumir por medio de un mapa sinóptico la lectura anterior con lo más importante (si es digital mejor) 
2. Del libro se va leer "A Guisa de Prólogo: Carta a la maestra. Página de la 7 - 19. Socializarlo con el primer recurso didáctico que está en el link para todas las áreas, en la pestaña para trabajar en el aula. LA CRUZ... con una reflexión práctica para el docente de hoy. 
3. No olvidar la actividad de clase en una hoja bien presentada: Cambiando mi manera de ser.  

ENCUENTRO N°2
 EL PORQUE Y EL PARA QUE
DE LA VIDA MORAL
Fundamentación de la moralidad. ¿Por qué el hombre es un ser moral?
El hombre tuvo su origen en el reino animal y pertenece a él, es un animal. Ahora bien, su vida es esencialmente distinta de la de los animales, y por eso decimos que trasciende las fronteras de la animalidad. Limitándonos al problema de la moralidad, vemos que el único animal moral es el hombre. Sin duda tiene que ser así, ya que no puede haber vida moral si no hay vida racional.
A diferencia de los demás seres vivos, el hombre es un ser que se está haciendo permanentemente.
La historia de la humanidad es una historia de autorrealización. El animal no puede salirse de los límites que le imponen los patrones de comportamiento que por milenios ha tenido su especie. El hombre, de generación en generación, ha ido rompiendo las limitaciones del medio e inventado nuevas formas de vida en las que se manifiesta la libertad y la creatividad.
Existe en el hombre una conciencia de su ser, de sus posibilidades y de sus limitaciones. Deseoso de ser más, de saber más, de vivir mejor, se reconoce limitado; pero al mismo tiempo es consciente de que puede trascender sus límites. De este modo, se comprende a sí mismo como poder ser, como un ser abierto. Esta potencialidad o apertura esencial lo coloca frente a un mundo de posibilidades prácticamente inagotables. Cada nuevo descubrimiento le permite vislumbrar un nuevo horizonte de posibilidades insospechadas.
Este permanente vivir creando nuevas posibilidades no sólo afecta las relaciones del hombre con la naturaleza sino que afecta también y con la misma fuerza la conciencia de su propia vida. A medida que se desarrolla como individuo y que evoluciona como especie, toma conciencia de una perfección que él no posee, pero a la que puede aspirar. El hombre llega a sentirse tensionado, casi desgarrado, entre lo que hoy es y lo que puede ser, entre su ser ya dado fácticamente y su poder ser aspirado.
El existencialismo resaltó esta dimensión de la vida humana y definió al hombre como proyecto. El hombre se encuentra lanzado por naturaleza a ser más; su vida es una proyección permanente sobre el horizonte o los horizontes de sus posibilidades. No queremos simplemente afirmar con esto que el hombre tiene un futuro y que ese futuro está abierto -estáticamente- a numerosas posibilidades. Ser proyecto significa ser lanzado hacia algo. El hombre como proyecto está lanzado -dinámicamente- hacia el campo de posibilidades que le ofrecen su ser y sus circunstancias.
Ese horizonte de posibilidades que le hace al hombre comprenderse a sí mismo como proyecto constituye un verdadero llamado. El hombre lo acoge seleccionando algunas de las múltiples posibilidades, que pasan a convertirse en sus aspiraciones. Y son estas aspiraciones las que le deparan una serie de exigencias que él debe aceptar para que las posibilidades se transformen en realidades. Aparece así frente a él una realidad ideal exigente. El poder ser, del que hablábamos antes, se vuelve exigencia frente al ser dado o actual. Podríamos decir que se da una especie de desdoblamiento de la conciencia que el hombre posee de sí mismo. Por una parte, es consciente de su ser real. Pero, por otra, es también consciente de que puede llegar a ser otro, en parte distinto de lo que es ahora, el cual le invita a trascenderse.
Esta realidad ideal puede manifestarse en múltiples formas. La más simple consiste en esa personalidad ideal que cada uno posee, esa imagen proyectada de uno mismo que todos luchamos por encamar. Normalmente esta forma no se da sola. El ideal puede aparecer como un ser superior, trascendente a nuestro propio ser, tanto real como posible. Es el caso de la divinidad en cualquier religión, o el caso del ideal de humanidad, de sociedad, de patria en determinadas ideologías.
La conciencia moral de cada persona es expresión de la tensión vital entre su ser real y las exigencias que le plantea esa realidad trascendente. La persona aspira a lograr la felicidad, la cual no se consigue sino alcanzando el ideal de vida que se ha propuesto. Frente a él la persona se siente responsable de su actuar cotidiano. El ideal, enfrentado al propio ser, es el que engendra el sentimiento del deber, de la culpabilidad, de la imperfección, de la insatisfacción, etc.
El objetivo último de la vida moral: alcanzar la felicidad
El hombre busca la felicidad. Todos aspiramos a ser felices. Por eso el tema de la felicidad constituye un tema fundamental en los sistemas éticos. Pero no todos entienden del mismo modo la felicidad. Se podrían clasificar los sistemas éticos en dos grandes grupos: los que cifran la felicidad en bienes sensibles inmediatos y los que la colocan en la realización total o última del hombre, de alguna forma ligada a la trascendencia.
Los primeros tienden a identificar la felicidad con el placer: somos felices cuando disfrutamos de la vida, cuando satisfacemos las necesidades o los apetitos de cada momento. Esta satisfacción nunca es total; pero la unión de muchas satisfacciones parciales produce en nosotros un estado de bienestar, que es a lo más que podemos aspirar en la vida. Por su parte los segundos, que entienden la felicidad como el estado de satisfacción por la realización plena del hombre, viven en una continua aspiración a esa plenitud o perfección última, que les hace menospreciar los placeres sensibles por su caducidad.
¿Qué podemos decir al respecto? La felicidad se nos manifiesta como un estado de satisfacción por la realización de nuestros proyectos, por el logro, lo más completo posible, de nuestra aspiración fundamental. La felicidad no puede confundirse con el placer. Una comida sabrosa, una buena calificación, una relación sexual, un descanso, nos producen placer. Sin embargo, estos bienes parciales no nos hacen felices. El bien que puede hacer feliz al hombre debe ser total, debe afectar y satisfacer sus facultades superiores, sus aspiraciones últimas, su vida entera.
A la felicidad se opone la desgracia; al placer, el sufrimiento o el desagrado. Esto explica que el hombre pueda sentirse feliz a pesar de algunos sufrimientos, lo mismo que puede sentirse desgraciado rodeado de placeres. El placer y el dolor, repetimos, son estados parciales y pasajeros. La felicidad y la desgracia son estados de plenitud. La felicidad consiste en el estado de satisfacción por una plenitud de vida lograda.
Esta plenitud de vida, cuyas dimensiones describiremos en seguida, es inalcanzable. Por eso se convierte en el bien último o meta ideal de nuestras vidas. Pero el que sea inalcanzable en su totalidad no significa que no podamos acercamos más y más a ella. A medida que nos realizamos satisfactoriamente como personas en todas las dimensiones de la vida personal, sentimos mayor felicidad.
Los momentos de contrariedad por un fracaso o de sufrimiento por una enfermedad enturbian en cierto grado ese estado de felicidad, nos apartan temporalmente de él; pero no nos hacen desgraciados, sin más. Sólo quien centra sus aspiraciones en el placer se siente desgraciado cuando éste se le escapa. Quien ha entendido la vida en toda su riqueza puede ser feliz en medio del sufrimiento; todo depende de que le encuentre sentido con relación a un bien superior. La moral estoica y la cristiana son modelos de esta perspectiva.
Bien último y plenitud de vida se hallan inseparablemente unidos. Preguntarse por el bien último del hombre equivale a preguntarse por su estado de plenitud. Ahora bien, dicha plenitud no es otra cosa que la realización de su propio ser. La plenitud del hombre consiste en su máxima perfección. La respuesta concreta a la pregunta por el bien último nos la da la concepción que cada uno tiene sobre la perfección del hombre o, en último término, sobre su propio ser. Nosotros entendemos esta perfección como la realización de la vida, con la dignidad que caracteriza al ser humano como persona. En ella residirá la felicidad.
La vida humana total, el bien moral por excelencia
Venimos hablando de una realidad trascendente que constituye el ideal de perfección para nosotros. Este ideal es el que nos permite establecer el valor moral de nuestros actos. Pongamos un ejemplo. El cristiano centra en Dios el ideal sumo de perfección. Su vida, por tanto, la orienta conforme a la vida divina, tratando de encarnar sus atributos de perfección: amor, sabiduría, justicia, libertad, etc. Si en alguna ocasión deja de ayudar a alguien que le pide un favor, siente que ha obrado mal. ¿Por qué? Porque su acto no ha respondido a la perfección que Dios espera de él. Lo mismo se puede decir del marxista con relación al ideal de vida del "hombre nuevo" en la sociedad comunista perfecta y del nietzscheano con relación al ideal de vida del superhombre.
Pues bien, dicho ideal lo entendemos como el bien moral por excelencia. Encierra la perfección, la bondad en sumo grado. La conducta es buena o mala, mejor o peor, según se acerque o se aleje de él. Toda la vida moral está definida por el ideal o bien moral que la oriente. Esto explica, como ya hemos visto, la existencia de diferentes éticas: para una el bien consiste en el placer, para otra en el poder, para otra en la virtud que lleva a la felicidad, etc. Toda ética arranca de una opción fundamental de este tipo. Es nuestro deber definir con toda claridad el ideal que sustenta la ética por la que hemos optado.
¿Cuál es esa realidad trascendente, ese ideal, ese bien último que sustenta todos los bienes inmediatos? Nosotros creemos que es la vida personal. La máxima aspiración del ser humano, en cualquier época, cultura y religión, consiste en vivir. La vida es aquello que todos defendemos por encima de cualquier cosa.
Ahora bien, ¿qué entendemos por vida? No, por supuesto, la simple vida biológica o fisiológica. Vivir inconscientemente en estado de coma o vivir encerrados en una jaula, como conejos, para engordar y procrear, no es vida para el hombre. La vida humana es una vida racional, la vida de un ser personal, con un sentido de realización singular en un mundo de valores espirituales, con unas aspiraciones trascendentes, con un deseo de felicidad total y de inmortalidad, con una conciencia de fraternidad universal. La vida fisiológica, el bienestar material y la salud física, son apenas una dimensión del vivir humano en plenitud.
Por eso, para las personas de vida elevada, es preferible morir antes que traicionar determinados valores. Por ejemplo, cuando el creyente se deja martirizar antes que negar a Dios, cuando alguien pierde su vida por salvar la de otro, cuando alguien se deja torturar y quitar la vida antes que traicionar la causa a la que ha consagrado su vida. Estas actitudes manifiestan que el hombre entiende que su vida no es el absoluto, sino que es parte de una realidad superior cuya vida recompensa el sacrificio de las vidas particulares que, al morir fisiológicamente, pasan a participar de la plenitud de vida de la realidad trascendente a la que se han ofrendado.
La vida así entendida, como realización plena de todas las dimensiones que constituyen al ser humano en cuanto tal, es el máximo bien a que podemos aspirar. A ella están subordinados todos los valores: bienestar, seguridad, sabiduría, justicia, ciencia, religión, etc. Cada persona, como veremos en seguida, puede privilegiar determinados valores o bienes particulares por encima de otros. Algunos bienes son prioritarios para garantizar una vida digna, como son los bienes que aseguran la subsistencia.
Para quien no tiene asegurado el pan cotidiano, el pan constituye una aspiración prioritaria, aunque en sí mismo no sea un bien muy elevado. A un pueblo que se debate por subsistir en medio de la miseria, de poco le sirve que le prediquen elevados ideales de vida. Una vida digna comienza por una buena alimentación, una vivienda adecuada, una educación acorde con los tiempos, una seguridad social. Lo cual no significa que se termine en eso mismo; vienen luego a perfeccionarla otros valores más elevados, sin los cuales nos quedaríamos en un nivel muy poco superior al de la animalidad.
El resultado de una vida humana plena es la felicidad. Si queremos alcanzarla tenemos que aprender a vivir como personas. ¿Cuáles son las posibilidades y, también, las exigencias de una vida personalizada? Intentaremos dar respuesta a esta pregunta en la siguiente unidad.
COMPROMISO ÉTICO DEL MAESTRO
1. Por medio de una caricatura representar el tema, en donde tenga claro el mensaje, se puede con mafalda.

ENCUENTRO N°3

Ética y moral

Discernir el bien ético no es difícil; sin duda la humildad, la magnanimidad, la generosidad, la justicia, el amor son bienes altamente estimables, pero no como para incitar a todo ser humano a dejarse guiar por ellos, pues si así fuera los múltiples trastornos a que nos ha acostumbrado la historia no habrían acontecido. Lo mismo afirmaríamos de decir siempre la verdad, del respeto de la integridad del ser humano, del respeto a lo sagrado de su intimidad, de la voluntad de servir, de la tolerancia ante las ideas y creencias ajenas. El bien mostrado por la posesión de todo eso, no necesita de explicaciones complejas; al contrario, como diría G. E. Moore, se divisa "en un contacto de primera mano", o, en otras palabras, intuitivamente, sin mayores explicaciones o definiciones.

Ahora, la ética no es sólo una ciencia o una sabiduría teórica que investigue qué es el bien o qué es el mal, sino una praxis, o sea, un poner en práctica el hacer actos buenos, el obrar correctamente y ello es más difícil. Correcto es todo actuar orientado hacia la consecución de lo bueno.

También se entiende por ética el análisis teórico de los diversos elementos de cualquier acción desde el punto de vista del bien o del mal perseguido. Incluso hay una marcada tendencia en numerosos autores a distinguir la ética de la moral, entendiendo por la primera el análisis teórico y por la segunda la conducta que, debido a la costumbre, desarrollan las personas y las comunidades. Así, el modo de vestir de las mujeres occidentales se considera inmoral en países en que impera el integrismo islámico, el escamotear el pago de impuestos algunos lo estiman habilidad o "diablura" y no inmoralidad, y ciertas coimas para acelerar trámites burocráticos forman parte de la vida cotidiana de muchas sociedades.

Por supuesto, en toda sociedad cambian las costumbres con el tiempo, en tanto son reflejo de la evolución cultural, del intercambio con otras culturas, cada vez más masivo gracias al impacto de las comunicaciones. En el siglo veinte, la paulatina secularización de la sociedad ha constituido una de las grandes transformaciones de costumbres, y hoy se aprecia de otro modo el cuerpo vestido y el cuerpo desnudo, el sexo, el pudor, la intimidad, la autonomía de las personas; de esta manera, actitudes que antes podían parecer desvergonzadas e inmorales hoy parecen naturales.

Es claro que los "núcleos duros" de la ética -el respeto por la vida, por la verdad, por la lealtad, por la honradez, por la responsabilidad- no han perdido su lugar central dentro de esta moralidad que aquí casi identificamos con las costumbres, y que, por muy permisiva que sea, no mira con simpatía al mentiroso, al ladrón, al asesino, al irresponsable, y quizás sea esa la razón por la cual una permisividad cada vez más lata no derive en un colapso social, quizás por eso uno puede mantener un espacio respetado en que cultivar su mundo personal.

Es más visible el desenfado sexual, la escasa preocupación por la solidez del matrimonio, la corrupción administrativa que el vivo respeto a la intimidad de cada persona, a la diversidad de ideas, a la realización de la existencia según los propios gustos, y tal vez por eso son numerosos los investigadores que se asombran de que persista una sociedad como la occidental actual, que cada vez reclama mayor número de derechos humanos, pero olvida sus deberes. Con todo, lo que otorga su estructura más profunda a las costumbres de cada época y las protege de su disolución es la dinámica presencia de esos "núcleos duros" de la ética.

La ética propiamente tal procura discernir los ingredientes constitutivos del hacer desde el punto de vista de lo bueno o lo malo, de lo correcto o incorrecto, de lo que debe o no debe tomarse como norma habitual de conducta. A modo de ejemplo, si un hombre experimenta el deseo de conseguir algo y el medio para alcanzarlo es' adoptar una actitud falsa, calculadora, abusiva, la inteligencia que analiza ambos componentes del acto -del cual uno, el deseo, puede ser legítimo, pero el otro es repudiable- concluirá que sencillamente no es ético. En todo acto, desde la perspectiva ética, participan como componentes:

a) un impulso o deseo por hacer u omitir algo, de llevar a cabo un propósito,

b) la imaginación que anticipa -en general con extraordinario realismo- el placer que se obtendrá si se realiza lo que se desea, o que acentúa con tintes sombríos una obligación que debería cumplirse pero que por diversos motivos repele, atemoriza o deja de suscitar interés,

c) una elección de medios para conseguirlo,

d) una sensibilidad que experimenta agrado, indiferencia o recelo ante los deseos o los medios elegidos, y

e) una inteligencia a la que se propone todo esto para su aprobación o desaprobación, y, en el primer caso, para que encuentre las vías más aptas para obtener éxito.

La aprobación o desaprobación que se pide depende de si el acto u omisión conduce a un enriquecimiento o a un empobrecimiento del ser personal y el ser de los demás. Una inteligencia capaz de discernir lo bueno o lo repudiable de una acción es lo que Aristóteles llama inteligencia práctica, que por lo mismo es el alma de la ética. Se da por obvio que una conciencia está capacitada para obrar éticamente si está sana, lúcida, en posesión de su inteligencia y voluntad libre.

La inteligencia práctica es gobernada por la prudencia -la fronesis de los griegos-, en virtud de la cual se es capaz de juzgar hasta dónde y en qué momento un actuar conviene o no, pues no caben reglas matemáticas que lo aclaren con precisión. La prudencia aconseja talo cual actitud o talo cual acción. Porque la inteligencia sabe que mentir es reprobable, pero sólo la prudencia puede indicar el momento oportuno para decir la verdad de un diagnóstico sombrío o de una sentencia judicial ingrata. La prudencia es la inteligencia penetrada de amor, y sólo el amor obra con perspicacia en lo concreto. Conocer los grandes principios de la rectitud moral -verdad, justicia, respeto por el otro- es lógicamente marcar los límites de toda acción, pero sólo es ético quien aplica esos principios en su vida cotidiana, con prudencia, en las circunstancias variadas y cambiantes que se presentan de hora en hora cada día.

Como se sabe, una verdad o un favor a destiempo pueden convertirse en una burla o una franca agresión. La ética nunca ha consistido en dilatadas polémicas y dilucidaciones sobre qué es derecho a la vida, a la verdad, a la justicia, a la solidaridad, sino más bien en cómo realizarlos cuando por diversas razones tienta el pasarlos a llevar o hacerse el sordo, y más todavía, cómo llevarlos a cabo en los diversos actos de la vida diaria en forma oportuna, justa y adecuada.

Sabido es que al hombre lo mueven fuertes impulsos eróticos, vengativos, dominadores, lúdicos, igual que la inclinación a la envidia, a la soberbia y a la pereza; brotan espontáneamente y, dejados a su arbitrio, adquieren dimensiones monstruosas y podrían llevar a la aniquilación de la especie. Hace tiempo que Hobbes afirmó que "el hombre es lobo para el hombre", expresión ya utilizada por Plauto. Tarea de la ética, incesantemente recomenzada en cada individuo y en cada generación, es mostrar la inconveniencia de tales impulsos e inclinaciones insaciables y mostrar la felicidad y la paz a que conducen la aspiración y la puesta en marcha de una vida que procure servirse a sí misma sirviendo a los demás, o sea, que busque como fin el hacer el bien.
                                      Actividad: Elaborar un mapa conceptual con los conceptos más importantes


ENCUENTRO N°4: EL BIEN PERSONAL
Al proponerse la ética orientar al hombre hacia la consecución de la felicidad mediante su realización en una vida plena, enfrenta una doble tarea: la orientación de la persona como individuo y la orientación de la sociedad como comunidad de personas. Ambas son inseparables. A partir de la comprensión del ser personal resultará fácil percibir las exigencias que nos impone la vida en sociedad.
1. La vida de la persona en su pluridimensionalidad
Después de lo que hemos dicho, se hace necesario intentar una descripción de la vida del ser humano en cuanto persona. La riqueza de facetas que presenta nuestra vida hace difícil cualquier intento de describirla. Pero de su clarificación depende el que encontremos el camino para la realización personal y para la liberación y el desarrollo social. Para lograr este propósito seguiremos la presentación de la vida del ser personal que hace E. Mounier en El personalismo. El ser personal del hombre se manifiesta como una potencialidad de orden superior al nivel orgánico animal, producida por un mayor desarrollo y complejidad del cerebro. Cada uno de nosotros percibimos esa potencialidad como un núcleo de conciencia profunda que se autoposesiona y responsabiliza de todos nuestros actos. Dicho núcleo de conciencia, por denominado de alguna forma, se prolonga en diversas direcciones que constituyen las dimensiones de la vida personal.
Yo soy incapaz de percibir mi persona como un objeto bien definido. Sin embargo, percibo con toda precisión distintos actos en mi vida. Y estos actos se organizan en campos de actividad, como el trabajo, el descanso, la nutrición, la diversión, etc. Estas actividades no son mi persona. Son más bien expresiones de mi vida personal. Yo me siento independiente de ellas, puedo aprobarlas o rechazarlas, darles mayor intensidad a unas que a otras permanentemente o en determinados momentos.
No es, sin embargo, el estudio de los actos y las actividades lo que nos interesa en estos momentos. Ellos constituirán un capítulo de nuestra reflexión ética más adelante. No son las expresiones de la vida personal lo que ahora vamos a intentar clarificar, sino la misma vida personal. Ahora bien, al no ser posible objetivarla en sí misma, tenemos que descubrirla a través de su manifestación o revelación en los actos personales. En el trabajo, por ejemplo, encontramos la manifestación de una fuerza orgánica; y encontramos a la vez la manifestación de una comunicación, de una creatividad, de una aspiración, de un compromiso, de una opción libre, etc.
A estas manifestaciones de ese núcleo de conciencia profunda, la persona, las denominamos dimensiones de la vida personal. Nuestro propósito consiste en describirlas con toda su potencialidad para poder identificar lo que sería la vida personal perfecta, la plenitud de vida personal, tanto colectiva como individual.
2. Interioridad
Cuando hablamos de un núcleo de conciencia, para expresar plásticamente la percepción de nuestro propio ser, estamos aludiendo a una primera dimensión de la vida personal: la interioridad. Nuestra vida, a diferencia de la de los demás animales, está dotada de una dimensión de profundidad que nos permite ser conscientes no sólo de nuestros propios actos, sino de nuestro mismo ser. No somos cosas, objetos que están ahí, sin más, a merced de las fuerzas y presiones de la naturaleza o la sociedad. Somos sujetos, dotados de una vida interior que nos invita a recogemos y renovar las fuerzas en la intimidad de nuestro ser.
Mientras el hombre viva perdido entre las cosas, totalmente distraído, alienado, sin vida interior, su existencia será inauténtica. La perfección de la vida personal crece a medida que el hombre se diferencia del medio y se recoge sobre sí mismo para autoimprimirse una vida de conciencia y autodominio. La meditación es el motor que impulsa el desarrollo de esta dimensión profunda. Ella enriquece su mundo interior de valores, ideales y consagraciones, que se convierten en fuente de vitalidad hacia el exterior.
Este movimiento de interiorización o conversión íntima implica un ejercicio permanente de desapropiación. El hombre en su vivir cotidiano se siente ansioso por tener cada vez más, por ampliar el campo de sus posesiones, de sus dominios. Hasta tal punto es esto real que acostumbramos juzgar el valor de las personas por sus posesiones: riqueza, títulos, conocimientos, etc. Sin embargo, la verdadera riqueza de una vida personal se encuentra en el polo opuesto al tener, en el ser. El valor de una persona crece a medida que se despoja de la necesidad de tener cosas, hasta que puede presentarse a través de su propio ser y no de las cosas que posee.
En esta actividad permanente de concentración y desapropiación, que acrecienta la vida personal del hombre, se revela una búsqueda de identidad. Es el esfuerzo por definir y seguir la propia vocación. La vocación en el hombre no es algo dado, preestablecido o caído del cielo. Es un llamado que se está haciendo a sí mismo en su interior. La vocación es como un foco de orientación personal que el sujeto mismo va descubriendo con mayor claridad a medida que responde conscientemente a sus propias exigencias y a las exigencias del mundo en que vive.
Para alcanzar nuestra perfección humana debemos abandonar esa tendencia al anonimato, esa pasividad, ese dejamos llevar por los acontecimientos y las presiones sociales que terminan por volvemos hombres masa, máquinas automáticas de producción y consumo, objetos numerados sin rostro. Hemos de cultivar con todo esmero la vida interior, donde cobran sentido tanto los éxitos como los fracasos, donde diariamente se generan nuevas fuerzas para el enfrentamiento a la vida y donde se aviva constantemente el fuego de la esperanza en un futuro mejor.
Lamentablemente el lenguaje y el mismo tema de la interioridad han caído en el desprestigio y son rechazados por nuestra sociedad. Durante muchos siglos de espiritualismo individualista se ha manoseado y enfatizado tanto la necesidad de vida interior, de vida espiritual que hoy día suena a lenguaje alienante frente a la conciencia generalizada de lucha y compromiso social. Es necesario devolver su auténtico sentido a esta dimensión clave de la vida personal. Sin ella no alcanzamos el autodominio ni el control de todos los elementos externos que minuto a minuto nos presionan y parecen empeñados en hacer sucumbir nuestros proyectos, sobre todo en épocas de crisis. Cualquier esfuerzo de liberación, personal o social, si no es alimentado por una vida interior fuerte se degrada en agitación superficial e infecunda.
Los hombres y los pueblos son libres cuando se han identificado con una vocación intransferible que les hace fuertes en su opción de ser sujetos, y no objetos, de su propia historia. Y esta lucha por la libertad y la autonomía se proclama y se defiende en las plazas, es cierto, pero se engendra y se robustece en la conciencia lúcida de cada ser personal. Cuando las revoluciones sociales infravaloran o desconocen esta dimensión de todo ser personal, pueden alcanzar gran abundancia de bienes; pero la opresión del viejo sistema al que estaban sometidas las personas no es cambiada sino por la opresión de un nuevo sistema. Y un cambio de sistema de opresión para los pueblos o un cambio de amo para los individuos no es liberación. La opresión cuanto más sutil y camuflada resulta más peligrosa.
3. Corporeidad o encarnación
El que hayamos comenzado a presentar el ser personal por la dimensión de la interioridad, obedece exclusivamente a que ella constituye la faceta más relevante de la vida humana frente al mundo animal. Seguidamente hablaremos de otra dimensión que actúa como contrapeso: la corporeidad o exterioridad corporal. Esta dimensión nos resulta más familiar por ser algo sensible y porque la sociedad contemporánea la ha valorizado tratando de colocar en la satisfacción de sus apetencias la fuente más segura de bienestar.   
El hombre biológicamente hablando es un animal. Gracias a sus órganos de desarrollo, de reproducción, de movilidad, de comunicación, etc., ya sus instintos, es capaz de mantener una vida autónoma frente al medio natural. Pero también, debido a la corporeidad, dedica buena parte de su existencia a satisfacer necesidades fisiológicas: comer, dormir, descansar, trabajar, asearse, cuidar la familia, etc. Pero eso decíamos que esta dimensión constituye una especie de contrapeso para la interioridad. A través de su cuerpo la persona se encuentra expuesta a la naturaleza, a las demás personas y a sí misma.
El origen evolutivo del hombre nos da la pauta para comprender la tensión que todos experimentamos en nuestra vida entre los apetitos corporales y las aspiraciones de la vida interior. El hombre no apareció en la Tierra de forma espontánea e instantánea. La emergencia del universo personal sobre el mundo animal se manifiesta como un lento proceso en que el hombre se va liberando de los condicionamientos y determinismos puramente físicos. Dicha liberación es una lucha en que las fuerzas nacientes de personalización se imponen paulatinamente a las fuerzas ciegas y los automatismos despersonalizantes de la naturaleza. Esta misma lucha se da en cada uno de nosotros. Nuestra vida personal más elevada se mantiene en tensión constante con nuestra vida orgánica.
Debemos evitar dos deformaciones que trastornan frecuentemente el equilibrio que debe reinar en toda vida personal entre interioridad y corporeidad. La primera consiste en menospreciar nuestro cuerpo, con todas sus tendencias y manifestaciones, como la parte degradante del compuesto humano. Según ella, lo que definitivamente tiene valor en el hombre es su alma, su espíritu, a cuyo cuidado debe dirigir todos sus esfuerzos. La segunda deformación consiste en despreciar todo lo que tradicionalmente ha sido vinculado al alma, al espíritu, a la vida interior. En este caso, se reduce la existencia humana a su animalidad, desconociendo o negando cualquier asomo de una realidad inmaterial constitutiva de su ser. Ambas posturas son insostenibles debido a su reduccionismo. El hombre no es un puro espíritu ni un puro cuerpo; es un ser vivo corpóreo animado por la razón, que le confiere una nueva dimensión de vida consciente, transformadora de todo ser corporal.
Nuestro cuerpo es el sostén natural de todas nuestras potencialidades humanas. Sin él resulta inconcebible nuestra existencia en este mundo. La mayoría de nuestras luchas diarias son motivadas por las exigencias de nuestra corporeidad. Cuando satisfacemos las necesidades corporales estamos impulsando el desarrollo de todo nuestro ser. La misma naturaleza constituye una complementación de nuestro cuerpo. Estamos encarnados en la naturaleza desde nuestra concepción. Nacemos situados, radicados en un medio geográfico, histórico, económico, político, etc. Somos hijos de una tierra, llevamos una sangre, nacemos con un temperamento, recibimos una educación. Todo esto nos configura y nos condiciona.
¿Cómo podemos alcanzar la perfección en esta dimensión de nuestro ser personal? Frente a la naturaleza física tenemos la capacidad de transformada y adaptada de acuerdo a nuestras necesidades. El progreso técnico y económico encuentra aquí su pleno sentido. Debemos luchar con la naturaleza o contra la naturaleza para hacer de nuestra vida una vida más humana, es decir, más confortable y digna. Y esto lo mismo nos obliga como individuos que como pueblos. Nuestro deber es contribuir al desarrollo de la sociedad. A la vez, frente a nosotros mismos, debemos cuidar nuestro propio cuerpo a fin de disfrutar en lo posible de la salud necesaria para desarrollar todas nuestras aspiraciones.
El hombre alcanza su perfección apoyándose unas veces en todas las fuerzas y los medios que le brinda la naturaleza. Y otras veces se perfecciona enfrentándose a las fuerzas con que la misma naturaleza entorpece o amenaza el desarrollo de su vida personal. Si evolutivamente el perfeccionamiento de la humanidad es una liberación lenta y penosa, como nos lo revela la historia de las civilizaciones desde los tiempos más arcaicos, es también una liberación difícil el perfeccionamiento de cada persona desde el seno materno. Nuestra vida corporal, con todos sus aspectos orgánicos, económicos, técnicos, productivos y reproductivos, etc., hemos de impulsarla como un compromiso de encarnación total en vistas al logro de mayor libertad y autodominio, tanto individual como social.
4. Comunicación
La persona humana no se realiza en el aislamiento. Desde que nacemos vivimos vinculados a un grupo y en él desarrollamos nuestras capacidades. La comunicación constituye una dimensión clave de la existencia humana. Casi podríamos decir que la totalidad de nuestras actividades o son comunicación directa o se asientan sobre algún hecho de comunicación. Ahora bien, al hablar aquí de la comunicación, no la entendemos como simple fenómeno exterior de intercambio o relación, sino como una capacidad y una actitud básica en el ser del hombre.
Cada persona se encuentra rodeada de un mundo de personas, en el que puede sentirse acogida o rechazada. Desde los tiempos más remotos los hombres vivían enfrentados unos a otros, ya sea individualmente, por grupos o por pueblos. A pesar de las doctrinas de amor desarrolladas en el seno de las grandes religiones, el enfrentamiento y la violencia han proseguido su desarrollo dentro de la vida social. El individualismo burgués de los últimos siglos, que ha servido de fertilizante al capitalismo, ha educado al hombre para que organice su vida sobre actitudes de aislamiento, de explotación, de egoísmo, de defensa. El movimiento comunista, surgido en el siglo pasado como rechazo de esta sociedad inhumana, ha mantenido el enfrentamiento social al fundamentar la revolución sobre el odio y la lucha de clases violenta. La vida en sociedad se manifiesta las más de las veces como una guerrilla permanente, una continua provocación a la lucha, a la adaptación y a la superación como recursos defensivos. Gracias al desarrollo de la justicia, plasmada en códigos legislativos, le
resulta posible al hombre organizar su vida con cierta tranquilidad en el interior de esta maraña de fuerzas y presiones amenazantes
.
Este panorama, sin embargo, constituye el negativo de lo que debe ser la vida en sociedad. El odio surge como la negación del otro. Por eso pretende su destrucción. Frente a esta fuerza negativa existe otra positiva, el amor. El amor busca la afirmación del otro, su perfeccionamiento y felicidad. En la décima unidad estudiaremos las aplicaciones de esta actitud de respeto al otro: la alteridad. Una sociedad perfecta seria aquella que estuviese organizada sobre relaciones de amor.
Ahora bien, el concepto amor ha sido desfigurado tendenciosamente en la sociedad contemporánea. Su significado ha sido cargado de erotismo comercial, de delicadeza sensiblera y de idealismo soñador. De ahí que muchas personas de temperamento recio y educación combativa lo vomiten de su boca. Es necesario devolverle su auténtico sentido y su vigor original. El amor es una fuerza de benevolencia. Al decir que es fuerza, estamos afirmando su carácter activo, su dinamismo, su impetuosidad. y al decir que es benevolente, queremos significar que esta fuerza se' configura como una pretensión o un deseo de bien para otra persona. El amor es, por tanto, la actitud de lucha permanente por conseguir 10 que es bueno para las personas que uno ama.
Cuando se establecen relaciones de verdadero amor entre dos o más personas surge la comunión, que consiste en el estado de unidad dinámica logrado por un amor interpersonal permanente. La comunión sólo se alcanza cuando se han adoptado una serie de actitudes que ponen a una persona al servicio de otras. Es necesario comenzar por salir de uno mismo y abrirse al otro. Luego se debe comprender al otro. Una vez comprendido se le debe aceptar responsablemente, con todos sus valores y sus necesidades. Al mismo tiempo, uno se da, entrega su propio ser sin reservas al otro. y, finalmente, se busca que la relación sea duradera manteniendo fidelidad al otro. Apertura, comprensión, aceptación, donación, fidelidad constituyen los actos básicos que perfeccionan el amor y sobre los que se edifica la comunión entre las personas.
Gracias al amor cada persona extraña se convierte en familiar para el sujeto que ama. Un él se convierte en un por el amor. La relación impersonal y fría él-yo se personaliza en la relación cálida tú-yo. Convertir a cada él desconocido en un amigo, es la tarea del amor. De la unión del yo y el tú surge un nosotros, es decir, una comunidad de personas. Según sea la amplitud y la intimidad del nosotros, así será la grandeza y la riqueza de la comunidad. Su vitalidad reside en el amor. La única fuerza que puede transformar una sociedad en una comunidad es el amor, no el odio.
Sólo en el amor el hombre puede alcanzar su perfección individual y colectiva. El amor no destruye a los sujetos ni su vitalidad, como suponen algunos. Al contrario, los enriquece; porque el ser de cada uno, con todas sus cualidades, acrecienta y desarrolla las cualidades del otro y corrige sus deficiencias en un proceso de fecundación mutua. Odiando, explotando y matando al otro se le degrada o anula y se degrada uno a sí mismo. Amándole y ayudándole se le hace ser más y se acrecienta el ser de uno mismo.
El odio destruye y oprime, el amor construye y libera. La comunicación como potencialidad del hombre se desarrolla en el amor. El sentimiento de que todos somos iguales y de que todos somos hermanos constituye una de las mayores conquistas de la humanidad. Hacerlo real en nuestras vidas y en las estructuras sociales es la mejor prueba de que cada hombre y la humanidad se han acercado a su perfección. He aquí una tarea ardua pero necesaria si queremos contrarrestar las deformaciones del egoísmo sobre la vida personal y social.
5. Afrontamiento
La vida de la persona se caracteriza también por la capacidad de hacer frente, de afrontar. Tanto la naturaleza como la misma sociedad ofrecen mil obstáculos a su desarrollo; hasta tal punto que con frecuencia nos sentimos enfrentados a un mundo hostil. Cada uno debe hacer frente a todos los obstáculos que se le presentan en su vida si quiere desarrollar todas sus capacidades. Sólo el hombre que da la cara, que no vuelve la espalda a los acontecimientos, alcanza la singularidad de su vida personal. Es el mismo esfuerzo por superar las dificultades lo que hace de cada persona un ser singular, original frente a los demás.
El hombre vive expuesto frente al mundo. Para alcanzar las metas que se propone necesita expresarse, responder a las provocaciones del medio. Unas veces sus respuestas son afirmativas: consisten en decir sí, en aceptar, en adherir. Otras veces son negativas: consisten en decir no, en protestar, en rechazar. Toda acción constituye una afirmación del sujeto. En la base de una acción se encuentra siempre una elección, aunque sea inconsciente. La elección puede ser de adhesión o de ruptura.
Decir no, es con frecuencia más difícil que decir sí. El hombre, como cualquier ser vivo, tiende espontáneamente a adaptarse siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. A medida que va creciendo, los compromisos, los hábitos, las adhesiones van tejiendo una maraña de ligaduras que debe saber romper si desea mantenerse dueño de su propia existencia. La ruptura es, pues, una categoría tan esencial a la persona como la misma adhesión. Ambas se resuelven, en última instancia, en afirmación del sujeto; afirmación que unas veces será positiva y otras negativas, de acuerdo a la conveniencia o inconveniencia de una acción para el desarrollo de la propia vocación. Toda elección, además, supone una negación, ya que, al elegir una posibilidad entre varias, se están rechazando, implícita o explícitamente, las demás.
Ahora bien, la afirmación del sujeto, que se manifiesta en toda elección, no tiene por qué consistir en un golpe ciego y arbitrario de la voluntad que se impone. Hay quienes necesitan expresarse ante los demás con decisiones bruscas y caprichosas para sentirse seguros de sí mismos. Son las clásicas posturas de anarquismo, inconformismo o despotismo, que encubren algún complejo o alguna frustración de la personalidad. La auténtica firmeza de una persona en la afirmación de sí se manifiesta en opciones maduras y sosegadas. En ellas las renuncias o negaciones no aparecen como mutilaciones de la personalidad, ya que brotan de una exuberancia de vida, de una plenitud de vida exigente, y no de una indigencia.
La capacidad de aceptar y rechazar se asienta sobre esa energía interior de la persona que produce coraje y fortaleza. La vida es una lucha continua. La persona que carezca de fuerza interior sucumbirá más tarde o más temprano ante las presiones que le rodean. Esa fuerza interior que le permite al hombre mantenerse firme y dueño de sí mismo, aun en las situaciones más difícil es, no se confunde con la fuerza de los músculos, ni es innata o congénita. La fuerza interior crece poco a poco a medida que la voluntad se afirma una y otra vez mediante actos de decisión. El autodominio en toda circunstancia es la manifestación más clara de la perfección de una persona en esta dimensión del afrontamiento.
La fuerza de afrontamiento se revela como una pasión indomable propia del hombre libre, por la cual él se levanta y ataca en cuanto huele la amenaza de servidumbre o degradación. Gracias a esta fuerza prefiere el hombre defender la dignidad de su vida antes que su vida misma. Lamentablemente son pocos los hombres que alcanzan este nivel de perfección. La gran mayoría prefiere una esclavitud segura y cómoda antes que una libertad con riesgo y dificultades. Es más fácil vegetar que enrolarse en la aventura de una vida humana con todas sus consecuencias.
La revuelta contra la domesticación, la resistencia a la opresión, al rechazo del envilecimiento constituyen un privilegio inalienable de la persona humana. Es un privilegio que hay que conquistar con esfuerzos y renuncias. Pero sólo él asegura libertad de vida plenamente humana cuando ésta se encuentra atacada. Si vivimos oprimidos, económica, política, cultural mente o de cualquier otra forma, es porque carecemos de la fuerza interior suficiente para afrontar esa opresión y combatida. Soñamos entonces con la fuerza material de las armas que venga a suplir nuestra pobreza de coraje. No nos equivoquemos. Nuestra sociedad sólo verá reinar en ella la justicia y la libertad cuando sea suficientemente rica en caracteres indomables.
6. Libertad

Otra de las dimensiones de la vida personal es la libertad. Durante los últimos siglos la libertad, que es ante todo una cualidad interior del hombre, sea materializado en una serie de derechos objetivos de autodeterminación social. Hoy luchamos por la libertad de expresión, por las libertades políticas, por la libertad religiosa, etc. Olvidamos que es el sujeto individual la fuente de la libertad y la buscamos en las instituciones sociales. No es extraño que mientras se proclama la libertad a gritos, se caiga inconscientemente en las más bajas alienaciones. Resulta, pues, necesario redescubrir la verdadera función de la libertad en la vida de la persona.
Al concebir el ser de la libertad podemos caer en dos errores. Podemos imaginada como algo concreto y palpable en el hombre, que se puede definir y describir con toda exactitud. O podemos entended a como una pura cualidad inapreciable, y por tanto indefinible, que explica la imprevisibilidad de nuestros actos denominados "libres". Ambas posturas constituyen extremos inaceptables en la concepción de la libertad.
La libertad, primeramente, no es un simple concepto para designar una reacción humana que todavía no comprendemos, pero que pronto la ciencia reducirá a los mecanismos de determinación orgánica. La libertad es algo vital y objetivo en el hombre, que nos permite hablar de grados en su posesión y afirmar que una persona es más libre que otra o es más libre hoy que ayer. Pero la libertad, en segundo lugar; tampoco es un órgano o una facultad que se desarrolla físicamente como cualquier parte del cuerpo humano. La libertad no crece espontáneamente, sino que se conquista. No nacemos libres, sino con capacidad de ser libres. Nos hacemos libres a medida que luchamos constantemente por mantener la autonomía de nuestras decisiones.
. La libertad del hombre se explica por su racionalidad. El hombre no sólo apetece las cosas para satisfacer instintivamente sus necesidades inmediatas, como hacen los animales, sino que puede valoradas de acuerdo a determinadas categorías de orden inmaterial y de interés remoto. Es así como escapa a los determinismos biofísicos de la naturaleza y se abre al vasto campo de la autodeterminación. Cuanto mayor sea su capacidad crítica o lucidez de juicio, mayor y más eficaz será su libertad.
Ahora bien, esto no nos debe inducir a pensar que la libertad humana es ilimitada o absoluta. Hay quienes, ansiosos por conseguir una autonomía absoluta, no se resignan a aceptar que la libertad pueda tener limitaciones. La persona humana, decíamos anteriormente, está situada, encarnada. Tanto su corporeidad individual como su ubicación espacio-temporal reducen notoriamente el campo de sus aspiraciones ideales. Quien posee una inteligencia mediocre en vano soñará con las posibilidades de invención propias del genio, y quien nació en una tribu salvaje difícil mente podrá utilizar los adelantos técnicos de la sociedad industrializada. Las demás personas conforman otro capítulo de limitaciones para la libertad de cada uno. Decimos, y con toda razón, que mi libertad termina allí donde comienza la libertad de los demás. Yo no soy libre para usar las cosas que pertenecen a otro como su propiedad. Finalmente, el universo de los valores, expresado en principios, ideales y consagraciones, delimita la libertad en sus posibles opciones. Si consagro mi vida a la lucha por la justicia, me estoy obligando a tener actitudes justas; no soy libre, por ejemplo, para pagar a los obreros un salario infrahumano. Si opto por el matrimonio como compromiso indisoluble, no soy libre para abandonar a mi cónyuge cuando lo desee.
Estas limitaciones no constituyen en ningún modo un empobrecimiento de la libertad. La libertad no es una cosa o un título de propiedad que aumenta cuantitativamente. La libertad es ante todo una capacidad y una actitud. Es la afirmación de la persona con autonomía frente sus posibilidades concretas. La libertad se acrecienta mediante la superación del obstáculo y no mediante su desconocimiento. Cada uno se hace libre en la medida en que orienta su espontaneidad racional en el sentido de una liberación. Cada opción concreta supone una renuncia y un compromiso. Aparentemente ellos reducen el campo de las posibilidades; pero en realidad lo acrecientan: la persona habrá crecido en el ejercicio de su libertad.
La libertad de la persona, tal como venimos presentándola, no debe hacemos olvidar las libertades concretas, económicas, políticas, culturales, etc., sin las cuales la capacidad de autodeterminación sería una pura ilusión. La libertad de una persona o de un pueblo nace en el interior de cada sujeto y se manifiesta en nuevas posibilidades concretas de vida. La libertad no debe hacer olvidar las libertades concretas; pero éstas no son sino oportunidades ofrecidas al espíritu de libertad. Es este espíritu de libertad, que debemos alimentar en nuestro interior, el que, descubriendo y superando las numerosas alienaciones que continuamente nos amenazan, impulsa infatigablemente el combate por la liberación personal y social.
Cada etapa de este combate supone una opción. Toda opción, cuando es lúcida, se impone a la fatalidad, a la probabilidad, a la fuerza intimidante. Trastorna los cálculos deterministas y se convierte en fuente de nuevas posibilidades. La opción es ruptura. Y al mismo tiempo es adhesión. El hombre libre no es el que rechaza todo vínculo que lo comprometa. El verdadero hombre libre es aquel que responde, que se compromete. Sólo así la libertad fortalece la unión, la responsabilidad y la consagración de las personas. De otro modo, se vuelve anárquica y aislacionista; se convierte en libertinaje inútil y pernicioso.
7. Trascendencia
La vida de la persona está abierta y dirigida hacia realidades que la trascienden. El sujeto humano va adquiriendo año tras año la identidad como persona, con todas las virtualidades propias del ser personal, en un movimiento de autosuperación orientado por la atracción de realidades que no forman parte de su ser actual. Lo que permite al hombre no estancarse en un determinado modo de vida es su capacidad de descubrir realidades superiores, por las que se siente atraído. Sin estas realidades, que le proporcionan nuevos horizontes de vida, su necesidad de superación se crisparía sobre sí misma en una actitud de rumia masoquista y destructiva.
El movimiento de trascendencia en el hombre se revela desde su misma actividad productiva. La creatividad, la insatisfacción, el perfeccionamiento, la admiración, la intencionalidad, son algunas de las manifestaciones de ese movimiento. La aspiración trascendente de la persona constituye una negación de sí misma como mundo cerrado y autosuficiente. Una persona no es un ser perfecto y acabado, sino un ser llamado, por su misma naturaleza, a la perfección.
Cuál sea el término de ese movimiento de trascendencia o la realidad trascendente para el hombre, constituye otro tema de opción personal. Quienes pretenden negar su existencia, por no ser una realidad material objetiva de fácil experiencia para todos, olvidan que por definición no puede ser algo material, ya que será inferior al hombre en cualidad de ser. Desde el momento en que supera esencialmente la cualidad más sublime del hombre, su subjetividad racional, el término de la trascendencia tiene que ser inmaterial y únicamente puede ser valorado en relación con el grado de conciencia que cada sujeto posea de la plenitud de vida personal.
Para el hombre religioso la divinidad constituye su máxima realidad trascendente. Hacia ella dirige su admiración y sus aspiraciones. En ella sitúa el conjunto de cualidades que constituyen la perfección del ser en cualquier orden: infinitud, eternidad, poder, bondad, sabiduría, libertad, etc. Estas mismas cualidades del ser perfecto u otras similares son el ideal trascendente del hombre no religioso. Si prescindimos de la creencia en Dios, el común denominador, tanto para el creyente como para el no creyente, reside en las manifestaciones de perfección del ser. Pero el creyente vive su trascendencia con plenitud de sentido al saberse orientado hacia el mismo Dios, su creador, y animado con su misma vida divina.
Son estas manifestaciones de perfección -en Dios o fuera de él-las que, al ser apetecidas por el hombre, se convierten para él en valores. El bienestar, la ciencia, la verdad, el amor, el arte, la comunidad, la vida sobrenatural, la libertad, etc., son valores trascendentes para el hombre porque se le revelan como llamados hacia la plenitud del ser personal. Podemos decir que el hombre no posee una existencia personal auténtica hasta el momento en que encarna en sí mismo lll1 cuadro de valores o consagraciones que le dan sentido a todos sus actos. Cada valor expresa una perfección determinada del ser. En este sentido representa una perfección parcial. De ahí que la riqueza de una vida personal sea proporcional a la amplitud y a la intensidad de su cuadro de valores. El término de la trascendencia será también más perfecto cuanto mayor sea su acumulación de valores. Por eso una religión como el cristianismo ofrece al hombre la promesa de la máxima realización en su dimensión de trascendencia; porque le permite consagrar su vida a lll1 Dios que se revela como la perfección absoluta, como el origen y el fin de toda perfección.
Lo mismo que al hombre individual, acontece a la sociedad. La perfección de vida de un pueblo depende de su cuadro de valores. Las civilizaciones prosperan o decaen según mantengan o no vivos una serie de valores comunitarios que le inyectan vitalidad. Si en nuestros pueblos, a pesar de su juventud, de sus riquezas y de sus ilusiones, aún existe una gran masa de individuos que arrastran una vida inhumana o despersonalizada, se debe sin duda a nuestra pereza por afianzar en nuestras vidas y en las estructuras sociales unos valores como la justicia, el amor, la libertad, la honestidad, la dignidad, que nos proporcionarían mayor perfección humana a todos.
8. Acción
La persona humana se realiza, finalmente, en y por la acción. La acción, entendida en su sentido más amplio y comprensivo como la actividad integral del hombre o la fecundidad de su ser, es la mejor expresión del desarrollo personal. En ese sentido podemos decir que la existencia humana es acción y que el grado de su perfección es proporcional a la perfección de su acción.
Ahora bien, no cualquier acción contribuye al desarrollo del hombre. Hay acciones que resultan destructivas, degradantes o despersonalizantes. Para que una acción sea personalizadora debe promover la realización del hombre en todas sus dimensiones. La acción plenamente humana debe transformar la naturaleza, perfeccionar al agente, enriquecer el universo de valores trascendentes, intensificar la comunicación humana y facilitar la liberación. Estos constituyen aspectos o dimensiones de la acción perfecta. Lo ideal sería que apareciesen todos en cada acción humana. Pero eso no es fácil. Unas acciones acentúan más un aspecto que los otros, dando lugar a diferentes tipos de acción.
Existe un tipo de acción que tiene por fin principalmente dominar y organizar la materia exterior. Decíamos antes que el hombre, para desarrollar su corporeidad mediante. una encarnación consciente, debe transformar la naturaleza hasta convertir todos sus recursos en fuerzas humanizantes. Este tipo de acción configura el campo de la producción, de la técnica, de la economía en su sentido más amplio. Tiene como norma última la eficacia y su perfección se manifiesta en el progreso y la abundancia de bienes materiales.
La acción debe ir dirigida también a perfeccionar al agente. Este desarrolla mediante la acción su habilidad, sus virtudes, sus cualidades. La acción instructiva, pedagógica o educativa cumple esta finalidad primordial; busca la formación de la persona. Su criterio en este caso no es la eficacia exterior e inmediata, sino la autenticidad. Sus resultados se buscan en el hombre mismo a la luz de su vocación personal, no en la eficacia visible de sus obras.
Otro aspecto de la acción consiste en la exploración de los valores y las ideas. La razón humana está capacitada para descubrir nuevas formas de perfección del ser en cualquier campo y nuevas leyes en la combinación de fuerzas naturales. Estos descubrimientos se estructuran y definen como ciencia, estética, filosofía o teología, y
abren nuevos horizontes tanto a la acción económica como a la educativa. Podemos denominar esta forma de acción, acción teórica o contemplativa. Su norma reside en la perfección y la universalidad
.
Finalmente encontramos el aspecto socializante de la acción. Hay acciones que van orientadas a fomentar la comunicación y la comunión interhumanas. Constituyen un tipo de actividad muy actual, cuyo auge va en aumento en nuestra sociedad. La denominamos acción social y tiene como norma la solidaridad y la justicia. El hombre, a medida que ha tomado mayor conciencia de su realidad comunitaria, ha ido descubriendo la repercusión social que poseen todas sus acciones, aun las más íntimas.
Entre la acción económica y la acción educativa, encontramos la acción política, que pretende alcanzar la organización y gobierno de la sociedad que asegure el bien colectivo. Del mismo modo, entre la acción educativa y la contemplativa, encontramos la acción profética, orientada hacia el afianzamiento de los valores en el corazón de los hombres y en las estructuras sociales. Tanto la actividad profética como la política tienen puesta su mira en la realización del hombre; pero, mientras aquélla se guía por el testimonio desinteresado, ésta ópera atraída por el éxito inmediato.
La dificultad de conjugar en nuestra acción todos estos aspectos hace que nos diversifiquemos socialmente de acuerdo al aspecto predominante. Así aparecen tipos diferentes de hombres de acción: el técnico, el científico, el educador, el administrador, el pensador, el político, etc. Nadie es capaz de aunar en su vida todas estas facetas. Sin embargo, quien desee enriquecer y perfeccionar la acción, deberá imbuirla de todas sus cualidades propias. Cualquiera de ellas que le falte truncará los resultados humanizantes de la acción. El administrador se convertirá en burócrata, el político en oportunista, el educador en profesor, el profeta en demagogo y el pensador en soñador.
El hombre está en actividad permanente. Su actividad puede perfeccionarlo o degradarlo. Depende de que en ella se desarrollen con equilibrio todas las dimensiones del ser personal que hemos venido analizando. El hombre que es consciente de ellas proyectará su acción como un compromiso de perfeccionamiento propio y colectivo. Su acción dejará de ser un distractivo o un medio penoso para conseguir el sustento diario y se convertirá en la expresión gozosa de toda su fuerza creativa. En otras palabras, su acción dejará de resultarle un elemento de opresión para convertirse en el instrumento eficaz de su liberación y realización.
1. Elaborar un mini-ensayo 
 


ENCUENTRO N°5: CRITERIOS PLEGABLE
youtu.be/nyaOpcjxCWg

PROPUESTA: ÉTICA PROFESIONAL DEL MAESTRO NORMALISTA

1. Un plegable: que puede hacerse en Publisher (sugerido), corel Draw (complejo), en online (prezi, calameo, issuu…) aunque puede hacerse en word. Recomendación hacerse primero en Word, después organizar el plegable.
2. Llevará de título: “PROPUESTA: ÉTICA PROFESIONAL DEL MAESTRO NORMALISTA”
3. El ideal es recopilar todo lo trabajado en el saber y colocarlo en el plegable. Evidencie la propuesta para dejarla a los demás maestros que siguen formándose como maestros.
4. El plegable de llevar: título, pregunta a desarrollar, frase, imágenes impactantes, que sea preciso, que cuando alguien lo lea se impacte de su contenido, tener en cuenta bibliografía, una excelente conclusión, palabras claves…. Muy original.
5. Al finalizar el saber, se expondrá en un recurso llamado oratoria: que al transcurrir el saber se le irá explicando. Eso se hará en el patio salón.
6. Se tiene presente los tutoriales que está en edmodo y al igual en la página web. Serán referentes de muy importantes para hacer un excelente plegable.
7. Mucha creatividad en el uso de las letras apropiadas, emoticones, imágenes, cuadros… lo que cree que sea importante y le dé una buena presentación.
8. El valor del trabajo final es 25 % (parciales – seguimiento) según el SIE.
Nota: Según el cronograma de actividades se estará revisando constantemente su desarrollo en un proceso que se calificará (ayuda a la nota final)


 ENCUENTRO N°6: ACTITUDES PEDAGÓGICAS

Para que puedan observar el proceso para la aplicación de la actividad: goo.gl/ZUSPtG
- Luego la actividad es hacer un escrito libre sobre las actitudes pedagógicas, por medio de una autoevaluación de su quehacer como maestro normalista.

 Para el escrito hay que tener en cuenta las siguientes preguntas:
1. ¿Cuáles de estas actitudes son las que yo practico más?
2. ¿Hasta qué punto, estas actitudes que practico son válidas frente a los estudiantes de hoy, en el contexto actual?
3. ¿Cuáles son las actitudes que están fuera de lugar hoy y deben ser eliminadas, y poco a poco canceladas del todo?
4. ¿Cuáles actitudes deben ser practicadas y fortalecidas, hoy día? ¿Por qué?
5. ¿Qué actitudes deben combinarse, de qué manera y en qué orden para tener actitudes integradas, útiles y beneficiosas para el ambiente educativo y la fiesta del aprendizaje?
QUE CADA ESTUDIANTE HAGA SU AUTOEVALUACIÓN Y ASUMA UN COMPROMISO PARA FORTALECER LAS ACTITUDES PEDAGÓGICAS MÁS ACORDES CON ESTOS TIEMPOS

 ENCUENTRO N°7: REFLEXIÓN PEDAGÓGICA

PARÁBOLA: PARA EL FOCO A

 

Un hombre decidió suministrar dosis masivas de aceite de hígado de bacalao a su perro, Dóberman, porque le habían dicho que era muy bueno para los perros. De modo que todos los días sujetaba entre sus rodillas la cabeza del animal que se resistía con todas sus fuerzas, le obligaba abrir la boca y le vertía el aceite por el gañote. Pero, un día el perro logró soltarse y el aceite cayó al suelo. Entonces, para asombro de su dueño, el perro volvió dócilmente a él en clara actitud de querer lamer la cuchara. Fue entonces, cuando el hombre descubrió que lo que el perro rechazaba no era el aceite, sino el modo de administrárselo.

 

PARÁBOLA: PARA EL FOCO B

Al darse cuenta de que su padre se estaba haciendo viejo, el hijo de un ladrón le pidió: "Padre, enséñame tu oficio, para que cuando te retires, yo pueda seguir la tradición de la familia". El padre no dijo ni una palabra, pero aquella noche se llevó al muchacho consigo para asaltar una casa. Una vez dentro, abrió
un gran armario y ordenó a su hijo que averiguara lo que había dentro. Apenas el muchacho se había introducido en el armario, el padre cerró violentamente la puerta y dio vuelta a la llave
, haciendo tanto ruido que logró despertar a toda la casa. A continuación, se largó tranquilamente. En el interior del armario, el muchacho estaba aterrorizado, enojadísimo y preguntándose cómo iba a arreglárselas para escapar.

Entonces tuvo una idea: comenzó a maullar como un gato; con lo cual, un criado encendió una vela y abrió el armario para dejar salir al gato. En cuanto se abrió la puerta el muchacho saltó afuera y todo el mundo se fue tras él. Al topar con un pozo que había junto al camino, el muchacho arrojó en él una enorme piedra y se ocultó en las sombras; al cabo de un rato, logró escabullirse, mientras sus perseguidores escudriñaban el pozo con la esperanza de descubrir en él al ladrón.

De regreso a su casa el muchacho se olvidó de su enfado, impaciente como estaba por relatar su aventura. Pero, su padre le dijo: "¿Para qué me cuentas esa historia?, estás aquí eso es lo que importa. Ya has aprendido el oficio".  

 

PARÁBOLA: PARA EL FOCO C

Con la ayuda de un manual de instrucciones, una mujer estuvo durante horas tratando de montar un aparato que acababa de comprar. Finalmente se rindió y dejó las piezas esparcidas encima de la mesa de la cocina.

Imagínese la sorpresa que se llevó cuando, al cabo de varias horas, regresó a la cocina y comprobó que la asistente había montado el aparato y éste funcionaba a la perfección. ¿Cómo diablos lo ha hecho?, le preguntó asombrada.

Verá señora ..., cuando uno no sabe leer se ve obligado a emplear el cerebro, le respondió tranquilamente.

 

PARÁBOLA: PARA EL FOCO D

Tres muchachos acusados de robar unas sandías fueron conducidos ante el tribunal y presentados ante un juez del que esperaban lo peor porque tenía fama de ser un hombre muy severo. Pero también era un prudente educador. Tras dar un golpe con su martillo, el juez dijo: "Cualquiera de los presentes que no haya robado una sandía, cuando era muchacho, que levante la mano". y se quedó esperando. Tanto los funcionarios de la audiencia como los policías, los espectadores y hasta el propio juez mantuvieron sus manos quietas. Satisfecho de que nadie en la sala hubiera levantado la mano, el juez declaró: "El caso queda sobreseído".

 

PARÁBOLA: PARA EL FOCO E

Un viejo marinero dejó de fumar cuando vio que su loro tosía cada vez más. Tenía miedo de que el humo de su pipa, que casi siempre llenaba la habitación, fuera perjudicial para la salud de su loro. Luego hizo que un veterinario examinara a su animal. y, tras un concienzudo reconocimiento, el veterinario llegó a la conclusión de que el loro no padecía de psitacosis ni de neumonía. Sencillamente, imitaba la tos del fumador empedernido que era su dueño.

 

PARÁBOLA: PARA EL FOCO F

Un filósofo que tenía un solo par de zapatos pidió al zapatero que se los reparara mientras él esperaba. Es la hora de cerrar, le dijo el zapatero de modo que no puedo reparárselos ahora. ¿Por qué no viene usted a recogerlos mañana? No tengo más que este par de zapatos, y no puedo andar descalzo. Eso no es problema: le prestaré a usted hasta mañana un par de zapatos usados. ¿Cómo dice? ¿Llevar yo los zapatos de otro? ¿Por quién me ha tomado? ¿y qué inconveniente tiene usted de llevar en los pies los zapatos de otro cuando no le importa llevar las ideas de otras personas en su cabeza?

 

  PARÁBOLA PARA EL FOCO G

La pequeña Mary se hallaba en la playa con su madre. ¿Mami, puedo jugar en la arena? No, mi vida, no quiero que te ensucies el vestido. ¿Puedo andar por el agua? No, te enfermarías y agarrarías un resfriado. ¿Puedo jugar con los otros niños? No, te perderías entre la gente.

Mami, cómprame un helado. No, te hace daño para la garganta. La pequeña Mary se echó, entonces, a llorar. Y la madre, volviéndose hacia una señora que se encontraba a su lado, le dijo: "por todos los santos! ¿Ha visto usted qué niña tan neurótica?".

 Actividad: En diálogo con un compañero, llegar a una conclusión de cada parábola; después de terminar recrear todas las conclusiones a partir de una parábola inventada por cada uno. (esa actividad se socializa en el saber)

ENCUENTRO N°7: LA ALEGRÍA DE SER MAESTRO
¿Tengo clara mi misión como maestro?
Leer los casos y luego hacer la actividad que se pide:

Caso 1: “Soy un guerrero que batalla todos los días contra la presión de los pares, la negatividad, el miedo, la conformidad, el prejuicio, la ignorancia y la apatía. Pero, tengo grandes aliados: la inteligencia, la curiosidad, el apoyo paterno, la individualidad, la creatividad, la fe, el amor y la risa que agitan mi bandera con resistencia indómita”.

Esta confesión de John W. Schlatter nos puede servir a los maestros para que asumamos la tarea docente con la plena convicción de auténticos maestros que laboramos bajo influencias negativas, pero que al mismo tiempo, tenemos muchos factores a favor. Reconocemos como maestros, el buen sentido del término, no es otra cosa que ser comprometidos y responsables y sentir desde el alma las ganas de contribuir efectivamente y con alegría a la formación de la niñez y la juventud que se nos confía en nuestras manos como gorrioncitos que esperan el alimento fortalecedor para decidirse a aprender a volar y emprender el vuelo por sus propios miedos.

Caso 2: Los estudiantes se sienten en manos de los maestros y quieren que éstos sean más alegres, que le pongan entusiasmo a sus clases y jamás demuestren amargura. Este tema tiene como propósito que cada maestro en formación se reconozca como auténtico maestro y asuma su labor con alegría. La reflexión del texto: “todo lo que realmente necesitaba saber lo aprendí en el jardín” nos enseña que hay que ponerle atención a lo simple, a las cosas elementales que a la larga resulta siendo fundamentales para la vida. Estas enseñanzas del preescolar no se pueden subestimar en el camino que se recorre posteriormente; hay que seguir valorándolas y afianzándolas porque siguen siendo clave, al asumirlas de una manera nueva.

CASO 3: Todo lo que realmente necesitaba saber lo aprendí en el jardín (Robert Fulghun)

Todo lo que necesitaba saber acerca de cómo vivir, qué hacer y cómo ser, lo aprendí en preescolar. La sabiduría no estaba en la cima de la montaña de la universidad, sino en la piscina de arena del jardín de infantes. Estas son las cosas que aprendí:

Comparte todo, juega limpio, no le pegues a la gente, vuelve a poner las cosas donde las encontraste, limpia tu propia suciedad, no cojas lo que no es tuyo, di lo que sientes cuando molestes a alguien, lávate las manos antes de comer, sonríe.

Come leche con galletas. Vive una vida equilibrada, aprende algo y piensa algo, dibuja, pinta, canta, baila, juega y trabaja cada día un poco. Haz una siesta diariamente. Cuando salgas al mundo, vigila el tráfico, estrecha manos y no te aísles.

Permanece atento a lo maravilloso. Recuerda la pequeña semilla en la taza; las raíces van hacia abajo y la planta hacia arriba y nadie sabe realmente cómo ni por qué; pero todos somos así. Los peces de colores, los hámsteres y los ratones blancos e incluso la pequeña semilla en la taza, todos mueren y nosotros también.

Y entonces recuerda el libro del Principito y la primera palabra que aprendiste, la palabra más importante de todas: MIRA. Todo  lo que necesitas saber está en alguna parte. La regla de oro: “Ama, convive con la naturaleza y ten una vida sana”

Toma cualquiera de estos conceptos y tradúcelos en términos adultos, sofisticados y aplícalo a tu vida familiar, a tu trabajo, a tu gobierno, a tu mundo y se mantendrá verdadero, claro y firme. Piensa que el mudo sería mejor si todos, todo el mundo tomásemos galletas y leche a las tres de cada tarde y después nos tumbásemos arropados  por nuestras mantitas para dormir la siesta. O si todos los gobiernos tuviesen como política básica volver siempre a poner las cosas donde las encontraron y limpiar lo que ensuciaron.

“Y todavía es verdad, y no importa tu edad, cuando salgas al mundo, es mejor cogerse de las manos y estar juntos y no solos”

ACTIVIDAD

1. El recurso que debe prepararse para la próxima clase: Es una oratoria. En donde van a proponer formas que contribuyan a continuar dimensionando el aprendizaje para la vida, desde las disciplinas o saberes que han adquirido cada maestro en formación.

2. Este recurso consiste en que cada estudiante va elaborar un discurso (1) en donde tenga presente el tema: la alegría de ser maestro, y la pregunta a resolver del tema.

3. Pasos para elaborar un discurso: (Muy similar a los pasos del mini-ensayo)

- Un tema atractivo

- Una frase que impacte (un dato, hecho importante)

- Una pregunta a resolver

- Introducción (lo que dice es importante…)

- Desarrollo del discurso

- Conclusión (Claro y preciso)

- Al final una pregunta, una frase, un dicho, regla… (Que deje estupefactos)

4. Cuando cada uno termine, se dejará un espacio para preguntas, sugerencias, felicitar, que no pase de cinco minutos)

 

5. Que se le pide a cada uno: Que no esté pegado al papel, que vocalice bien, que los gestos sean apropiados, que salude, que gesticule, que esté apropiado del discurso…) eso si excelente presentación.

 


 

[1] Consiste en forma oral en donde cada uno va exponer en (7) minutos. Que sea persuasivo, que convenza, que sea muy organizado en sus ideas y con una excelente conclusión.


 ENCUENTRO N°8: LA ALEGRÍA DE SER MAESTRO
¿Tengo clara mi misión como maestro?
Producción personal: Elaborar una ficha PLAS
Instrucciones:
1. Tener los materiales: cartulina, papel, madera; para plasmar su propia experiencia como maestr@. Que consta de cuatro pasos.
- La letra P: Significa que en esta parte debe expresar por escrito, con palabras o símbolos, todo lo positivo que le ha sucedido o le ha encontrado a su ser como maestro.
- La letra L: Donde va a plasmar las limitaciones, obstáculos  y dificulltades de toda índole que ha tenido como maestro.
- La letra A: Va a consignar las analogías que ha tenido en su vida de ser maestro con cada uno de los maestros que ha compartido su experiencia. ¿Qué ha significado esto para su vida?
- La letra S: Donde va a relatar los signos que surgieron en su vida y le encaminaron a desempeñarse como maestro; qué cosa o quién influyó para que ahora sea el profesional de la educación que es; cómo llegó a ser maestro.
2. En forma creativa compartir la experiencia (galería, mural, Collage...)
3. Agregar a la actividad, respuestas a las preguntas:
- ¿Por qué me quede de maestro?
- ¿Qué tipo de maestro soy?
- ¿Me reconozco cmo maestro? ¿Por qué?

 ENCUENTRO N°9: LA ALEGRÍA DE SER MAESTRO
¿Tengo clara mi misión como maestro?
Signos: La vida está llena de signo, saberlso leer e interpretar es tarea difícil, son para nosotros, como la estrella de Belén para los magos de Oriente; le van dando sentido a lo que hacemos. Le van dando sabor a nuestra misión como maestro.

I.E.CISNEROS
8631568